Ignorancia supina
Nuestra denominada sociedad occidental corre desbocada hacia
el desastre total y no solo en su conjunto sino también de modo
individualizado; cada persona parece creerse un ser excepcional, lo que
antiguamente no ocurría, pero la propaganda y el lavado de cerebro en que la
época actual ha sumido al ser humano ha terminado por desquiciarle por
completo, no sabiendo ya donde están sus límites, cuáles son sus conocimientos
y valor y por tanto desconociendo por completo su lugar dentro del entramado
social.
Tal estado de cosas ha llegado al paroxismo con el
advenimiento de Internet y las redes sociales; cualquiera, desde el más
ignorante al más docto puede situar en la red lo que desee, esgrimir cualquier
ocurrencia y lo que es más increíble, puede terminar influenciando a otros e
incluso formando un grupo de acólitos o palmeros, efecto psicológico que es la
base de la creación de grupos sectarios.
También da lugar a la auto-exaltación de personas que creen
saber más, pero mucho más de lo que realmente conocen, con enorme deshonestidad
intelectual, y que por supuesto no soportarán o censuraran a todo el que
descubra su juego o les ponga delante del espejo en que se observen realmente.
El caso que comentaré seguidamente es al respecto de un
personaje sobre el que ya he tratado anteriormente (véase “Suicidio cultural”) y al respecto de un
artículo publicado en su blog (“https://divulciencia.blogspot.com/2021/09/azar-y-certeza.html”)
en el que pretende rebatir una obra de Georges Salet
(“Azar y certeza”) y en respuesta a un teórico reto lanzado por mí.
Por supuesto su único interés es su propio ego, herido en
otras varias ocasiones, y el deseo de “quedar por encima” o “decir la última
palabra” aprovechando su posibilidad de censura, por lo que ya avisa en los
comentarios que da por zanjado el tema, con lo que evita la posibilidad de rebatirle,
cuestión extraña pues ¿no se publica esta entrada para tratar específicamente
este tema? ¿Por qué se elimina de raíz una vez expuesto? Como ya he indicado,
el orgullo herido, la falta de argumentos y la nula honradez intelectual son la
causa.
El tema tratado en el libro de Salet
le viene muy grande a esta persona, a todos los niveles. Por no conocer no sabe
siquiera:
a) Comprender el planteamiento del problema
b) Comprender que pretende solucionar el problema
c) No tiene
conocimientos de matemática y mucho menos de probabilidad.
d) Por tanto no sabe
resolver ni siquiera el “problema por el imaginado”, no hablemos ya del real.
e) Por ello el
“resultado” alcanzado en dicho artículo es una barbaridad matemática de tal
calibre que daría el suspenso inmediato a cualquier alumno de EGB.
Es de verdadera risa:
Ni siquiera comprende:
a) Que se trata en concreto de matrices de probabilidad no probabilidades
individuales, a pesar de que se indica en el libro la formación de estas
b) No conoce siquiera el producto de matrices
c) No conoce la potenciación de matrices
d) No comprende la notación y los resultados de estas operaciones
e) No conoce su desarrollo por elementos individuales de estas, también
reflejados en el libro
Etc.
En fin, no conoce nada y lo primero que debería hacer es aprender algo de
probabilidad, matrices y matemática en general y después intentar ver si al
menos puede comprender lo menores rudimentos de este problema.
Desde esta falta total de conocimiento pretende desarrollar una “fórmula”
cuyo resultado es una total barbaridad, como ya hice notar, dando
probabilidades superiores a 1 en el grado que queramos, p. e. podría dar el
valor 157.324 o cualquier otro. De pena.
Ni siquiera de esa “operación propia” se da cuenta que tal fórmula ya es
comentada anteriormente en el libro de Salet, con
todas las aclaraciones al respecto, y que su valor es solo una aproximación,
nulo salvo para productos “pN” muy pequeños;
realmente no se utiliza para establecer valores de una probabilidad sino para
conocer el total posible de casos en que se da un determinado resultado con
probabilidad “p” y ensayos “N”.
Hay que tener una ceguera intelectual supina para creer que
puede rebatir así, de un plumazo, a un profesional que en décadas no ha sido
rebatido y eso ¡sin tener la menor idea de matemática! Estos personajes
realmente no tienen solución.
Estos perniciosos efectos son comunes a los que se creen
expertos en cualquier tema sin serlo en ninguno, pero pontifican como si fuesen
el Oráculo de Delfos, lo que como ya he comentado es plaga en el mundo moderno
y sobre todo en la red, lugar propio de cualquier dislate.
Estas inclinaciones de censura son a la vez muy propias de
fanatismos, que al respecto de estos temas podemos dividir en dos grupos: los
materialistas y los espiritualistas. Los primeros no admiten absolutamente nada
que se salga de su cuadro material ni aún en el caso ¡de que para ello tengan
que contradecir una parte de su propia visión para intentar “reforzar” otra! (véase
“Las contradicciones del
materialismo” en esta misma página)
Los segundos se adscriben a los dogmas de su creencia de tal
modo que pueden contradecir partes de conocimiento que creen también tener bien
asentadas, produciendo severa disonancia cognitiva en su pensamiento. P. e. si
un dogma les dice: “Solo por la fe podemos tener el conocimiento ‘X’ ”,
entonces a partir de tal aserto, aunque pudiésemos llegar a ese conocimiento
por otras vías estas serán descartadas de base y si es preciso se convertirán
para tal caso en los más furibundos materialistas con tal de negar cualquier
otra posibilidad; para ello pueden admitir, p. e., que la naturaleza y sus
leyes materiales pueden explicar el mundo observado al completo sin llegar a
contemplar la idea de que ¿para qué necesitamos creer en la existencia de entes
imaginarios si lo conocido es capaz de explicarlo y demostrarlo todo? Pues
nada, asumen la disonancia y a seguir adelante.
Expondré en próximos artículos el tema en concreto de
probabilidad, generación de la vida y evolución biológica, a ver si cierta
clase de personas aprenden algo, aunque se sobradamente que esto es imposible,
ya que por lo general el ego, la edad, los intereses, el fanatismo o la falta
de plasticidad neuronal se lo impiden, pero ello no ha de ser motivo para no
exponerlo y como dijo aquel: “El que quiera entender que entienda”.
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